De los tiempos de taller y La Abadía de Carfax
Una de las cosas que más atesoro en mis recuerdos es aquel tiempo en el que asistí al Taller de Corte & Corrección de Marcelo di Marco. Allí no solo aprendí mucho, también conocí a los mejores amigos y escritores que alguien que escribe pueda soñar. Gente talentosa y generosa, amigos que, de tan inmensos, contagian y que siguen contagiándome después de tantos años.
Un día del año 2005, Marcelo contó al grupo de los sábados, su gran idea de formar un círculo de escritores de horror y fantasía.
Para este proyecto eligió a unos pocos de sus alumnos. No puedo explicar mi alegría y mi sorpresa cuando me ofreció participar. Marcelo di Marco fue el primero que creyó en mí como escritora y eso es algo que no se olvida, que no puede olvidarse, porque el no olvidar a quienes nos ayudan a crecer demuestra que también podemos ser grandes.
Así nació una etapa maravillosa, llena de proyectos, reuniones y muchos cuentos de terror. Un tiempo que atesoro entre los más lindos y enriquecedores.
Participé en las tres primeras antologías: con mi cuento Siete cerdos tiran de un carruaje oscuro en la primera, con Esperas, pañuelos, palomas y cartas en la segunda y en la tercera con Una mancha que se expande.
Desde muy chica había escrito poesía, me sentía confiada como si hubiese nacido para eso y los poemas me salieran por los poros, pero también quería contar historias y, aunque en esos tiempos haya sido una lectora compulsiva, no sentía la seguridad que necesitaba.
Cuando comencé a descubrir el mundo de internet, a finales de 2001 me suscribí a un grupo de poetas, en su mayoría de España. En 2002 el grupo armó una antología con poemas de todos los miembros y yo me ofrecí a hacer la presentación del libro en Buenos Aires, para reunir a todos los escritores de Sudamérica. No tenía idea de nada, pero eso nunca me asustó. Convoqué a los poetas, conseguí una sala en el Centro Cultural San Martín y me puse a pensar en cómo organizar todo para que sea inolvidable.
Ya me animaba a mis primeros cuentos y me había comprado un libro para instruirme en la creación de narrativa. Este libro no era otro que Taller de Corte y Corrección de Marcelo di Marco.
Empecé a leerlo y me pareció una genialidad. Se me ocurrió que el autor de tal maravilla debía ser el escritor invitado para hablar de literatura y de la profesión de escribir.
Convengamos que yo no sabía nada referente al mundo literario, pero caradura como siempre, le mandé a di Marco un correo electrónico y concertamos una entrevista. Cuando le conté sobre la presentación, no dudó en participar y, aunque a él le pagaban por hablar en público, aceptó hacerlo gratis. La presentación fue un éxito.
Un par de meses después, un sábado, me subía al colectivo 55 para ir a Palermo y empezar taller de narrativa con él.
La vida y sus circunstancias hacen que uno vaya cambiando de escenarios, pero aquello que nos marca sigue en nosotros.
Tenía ganas de contar esta parte de mi historia. Una parte que atesoro entre las más bonitas y enriquecedoras.
Recuerdo con especial nostalgia aquellas reuniones, las salidas, los asados en Tiro Federal, el buen vino, la buena literatura y esa complicidad tejida con gritos de terror y escalofríos, con monstruos y sangre, y con la asombrosa emoción de recibir y dar también, de ser parte.
Tenía ganas de contarlo porque las cosas buenas merecen ser contadas.
Vaya mi abrazo a todos aquellos cofrades que compartieron aquellos tiempos con la Abadía, a los compañeros del taller, a los amigos que aún hoy son parte de mí historia, y en especial a Marcelo di Marco, mi primer maestro.
“Corregir consiste en hacerle creer al lector que las cosas fueron escritas sin mucho trabajo”.
Marcelo di Marco